Park Avenue 508



Intentar escribir algo objetivo sobre Park Avenue 508 pudiera llegar a ser un acto fútil, casi torpe. No hay nada para agregar a las casi medio millón de entradas que surgen de una simple búsqueda en Google a Marzo de 2009. Ante este desalentador panorama es que -por no poder ser objetivo- me veo en la necesidad de intentar subjetivamente transmitir la experiencia de haber estado en el lugar.

Dado que a esta altura el lector desprevenido pudiera estar totalmente desorientado, diré a modo de introducción que existió en los Estados Unidos a principios del siglo XX un individuo de raza negra llamado Robert Johnson, quien es reconocido en forma prácticamente unánime como el “padre del blues” y el “abuelo del rock and roll”. Eximio guitarrista de una virtud extraordinaria, Johnson vivió una corta pero agitada vida de apenas 27 años y falleció en agosto de 1938 en extrañas circunstancias, probablemente envenenado por el celoso marido de una de sus amantes de turno. Fue apenas un año antes de su muerte que grabó sus últimas 13 canciones de un total de 29 -hoy viejos clásicos- en un estudio de grabación precisamente ubicado en Park Avenue 508, Dallas, Texas.
La historia no tendría absolutamente nada de extraordinario si no fuera por el hecho de que hasta hoy persiste el mito de que Johnson vendió su alma al diablo una medianoche en un solitario cruce de caminos, a cambio de una virtud sobrenatural para ejecutar su instrumento. El mito cuenta que luego de desaparecer durante un corto período de tiempo, pasó de ser un intérprete mediocre a uno de los más venerados guitarristas de todos los tiempos. Reconocidos músicos de blues como Eric Clapton –entre otros- aún debaten sobre si es humanamente posible ejecutar aquellas simples canciones con una sola guitarra. Robert Johnson, quizás entusiasmado con su rápida y creciente fama, no sólo se encargó de incentivar el mito en su época, sino que además dejó en varias de sus letras frases sugestivas y a veces directas -como en "Crossroads"- sobre la existencia del tan mentado pacto. Hasta aquí, no hay más que un breve resumen de hechos "objetivos", si es que esto es posible tratándose de Johnson y de semejante historia.

Corría Mayo de 2008, cuando por causa de uno de mis usuales viajes de trabajo tuve la oportunidad de encontrarme en Dallas, con un fin de semana libre por delante. A pesar de las reiteradas recomendaciones de los locales de visitar Dealey Plaza -lugar del asesinato del presidente Kennedy- decidí que mi primer e innegociable objetivo seria visitar Park Avenue 508. Algo me decía que tenía que estar ahí y que por alguna razón sería un momento que jamás olvidaría.
Llegamos en un automóvil alquilado a la zona donde se encuentra el edificio, la cual está situada virtualmente en el medio de Dallas en una zona edilicia y de gran actividad. Sin embargo, noté que misteriosamente no había tráfico alguno en esa cuadra y que es la única construcción que de alguna manera sobresale. Una docena de personas de color estaban acostadas en el suelo hacia la esquina del lado opuesto de la calle, mientras un muchacho también de color caminaba desinteresadamente de una esquina a otra, para luego volver sobre sus pasos por la misma vereda del edificio. El fuerte olor a orín se hizo notar rápidamente en el ambiente, aunque con un poco de voluntad podía tolerarse. De las tres personas que me acompañaban, sólo mi buen amigo Juan Manuel no tuvo problemas en bajarse del auto y caminar conmigo hasta el lugar. Claro, son conocidas sus andanzas por zonas peligrosas de Jamaica además de su frase “¿Quién dijo miedo?” qué él humildemente atribuye a un conocido. Las otras dos personas –de quienes voy a proteger su identidad- prefirieron quedarse en el auto con las puertas cerradas y prestas para salir a gran velocidad si la situación así lo requería.
Lentamente comenzamos a caminar hacia el edificio en cuestión, pero con paso firme, tratando de darnos ánimo. A medida que avanzábamos me di cuenta que el lugar sencillamente no pertenece a nuestro tiempo. El edificio está tal cual aparece en las fotografías de época, y no es sólo su aspecto, se siente una sensación extraña, muy difícil de describir en palabras. Por alguna razón mientras nos acercábamos estábamos retrocediendo 70 años en el tiempo para llegar hasta allí, y en ese preciso momento recordé el hecho de que asombrosamente no había tráfico por esa calle. Sólo faltaba que pasara un Ford B negro para completar la escena.
Todo lucía extraño, y no hacía falta usar la vista para sentir que estábamos siendo cuidadosamente observados. La gente de la esquina, desde el suelo y con una actitud mezcla de incredulidad y fastidio, nos observaba en silencio. Pero había algo más, y no hablo de lo que era obvio. Algo o alguien nos estaba observando...
Al llegar a corta distancia del lugar, instintivamente observé las figuras en relieve a ambos lados del portal, representando una especie de ramillete de hojas y una flor. Ya las había visto en fotografías, pero en directo no eran iguales y repentinamente cobraban otros significados. Múltiples escenas en relieve de pájaros, casi siempre en pares, como palomas o cuervos alimentándose, o tan sólo acompañando el lugar. Animales parecidos a ardillas en la parte superior... Casi sin querer mi vista se trasladó lentamente hacia la figura en lo más alto, y entonces comprendí el origen de mi sensación de estar siendo observados. Ese rostro que parece sonreír entre bigotes curvos en las fotografías, de pronto estaba serio.
Un frío me corrió por la espalda. ¿Estaría sugestionado? ¿Sería posible que mi recuerdo sobre las fotografías vistas con anterioridad le atribuyera una sonrisa que no existía?
Lo escudriñé fijamente tratando de encontrar qué era lo que estaba mal, y el frío por la espalda se transformó en un temblor involuntario. Fue entonces que el rostro de alguna forma me hizo saber que nuestra presencia era incómoda y perturbábamos el lugar. En medio de mi casi pánico, sólo atiné a intentar transmitirle mis sanas intenciones y que sólo quería conocer el sitio donde un mito había grabado poderosas canciones. Pero claramente no era de su interés, o más bien ya lo sabía. Pero también el rostro sabía que yo no estaba diciendo toda la verdad, y que más me atraía investigar si el mito de la encrucijada y el oscuro pacto del alma a cambio de la virtud en la guitarra podían ser verosímiles. Y no estaba dispuesto a revelármelo. En todo caso, entendí que el que tenía que estar dispuesto era yo… Y claramente yo no lo estaba...
Juan Manuel, como percibiendo que algo serio ocurría, se apresuró a prepararse para tomarme las fotografías de rigor, las cuales tuvieron que esperar algunos segundos que parecieron interminables. El muchacho que caminaba por esa vereda había decidido pasar muy lentamente por donde yo me encontraba parado, tan lentamente que creí que iba a detenerse y decirme algo. Cuando estaba a escasos centímetros, clavó su mirada en mis ojos, pero su rostro no esbozó ninguna emoción. No parecía humano, no parecía sentir, sólo me miró y luego continuó su lento paso hacia la esquina opuesta para seguir con su recorrida cíclica. Creí adivinar entonces que sólo cumplía su función: estaba vigilándonos.
Luego de varias tomas rápidas, Juan Manuel y yo nos fuimos sin mirar atrás a un paso más apresurado que con el que habíamos llegado. A medida que nos acercábamos a la esquina hasta donde nos esperaban en el automóvil, los edificios comenzaban a tomar color y el ruido de Dallas se hacía notar nuevamente. El olor a orín de a poco desapareció y alcanzamos a subirnos al auto justo en el punto donde el tiempo se conectaba con el presente. En unas pocas decenas de metros habíamos recuperado 70 años.
Nos marchamos sin hacer mayores comentarios pero con una sensación extraña. Luego de unos minutos, y ya de relajado paseo por Dallas, corroboré en el display de mi cámara que el rostro en relieve sonreía.

Más tarde en Dealey Plaza mientras estaba parado sobre la "X" pintada en la calle -sitio exacto donde Kennedy recibió el primer disparo- recordé súbitamente a Robert Johnson y los conecté en mi mente. Y fue entonces cuando claramente comprendí que hay pactos de los cuales es mejor no saber.

7 comentarios:

Anónimo dijo... / marzo 20, 2009 10:14 a. m.  

Maestro!
Y vos, ¿Qué pacto has hecho? ;)
Saludos

Alberto dijo... / marzo 20, 2009 11:11 a. m.  

Hola Rodolfo, algo así cuando visité la plaza Strawberry Fields frente a las Residencias Dakota... tristeza, pesar, desesperanza.

elotroojoazul dijo... / marzo 21, 2009 1:49 a. m.  

La música... que infinito...mundo, que placer! a cada uno le llega algo de emoción en un sonido! En un lugar que lo liga a un recuerdo conmovedor. Strawerry Field.... la casa de Mozart en Praga.
Viena en la se sienten los pasos de Hyden, Mozart. Beethoven..... eso ES MAGIA! o pacto con el diablo!? o ambos?

Anónimo dijo... / marzo 21, 2009 10:34 p. m.  

Kennedy (padre)e hijo tambi`ne pactaron con una de las formas del inombrable...Miy bueno Rodolfo!!
Armando

Anónimo dijo... / abril 04, 2009 3:11 p. m.  

man solamente los que saben de musica o sienten la musica como vos...son los que tienen estos sentimientos. quizas ...es la mistica del lugar y la gente...quizas el jazz...quizas un pacto.
me encanto. Pablo

GabrielFarpoint dijo... / mayo 29, 2009 4:55 p. m.  

Excelente Rod! Me encanto la forma magica de describir un momento que seguramente te debe haber causado una profunda impresion. (Se lo que significa el Blues para vos). Te felicito por el Blog, esta muy bueno, como todo lo que haces. A ver cuando nos encontramos. Gab

marcelo diaz dijo... / marzo 29, 2010 8:10 p. m.  

Guau!!! Que buena historia!!! Que loco, no? Para colmo, ves una foto de Johnson y asusta el tipo, con ese look dark, sombrerito, dedos laaaaaaargos, traje a rayas (los trajes a rayas me dan miedo...)Jaja, ya me estoy inmaginando tu sensación de no saber cual es (habrá sido esa tu sensación, como de no entender que pasaba?) Excelente historia.